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2014

Suspiró intentando retener su fragancia por otro instante, su delicado perfume opacado por el aroma de su champú y el olor de haber caminado todo el día transformaban su habitual carácter gris convirtiéndolo en una persona amigable, en un ser enamorado dentro de aquella sociedad monótona. La semana apenas iba empezando y los recuerdos del viernes, sábado y domingo aún estaban muy frescos, aún se sentían como sí hubieran acabado de pasar y tan sólo se encontrara un momento en su cuarto cambiándose de ropa para poder seguir con ella.
La almohada aún ocultaba un poco de su olor, esa delicada mezcla de sudor y feromonas que a Francisco siempre volvía loco; sintió un pequeño cosquilleo en su sexo recordando aquel fin de semana.
Nunca volvería a ver a Mariana, era lunes y mañana tendría que pararse a trabajar. Mariana regresaba ese mismo día a su país, España, donde podría llegar a contar el fin de semana que vivió en México con Francisco, pero eso jamás lo podría saber, lo único cierto era que no tenía un número, correo, página de Facebook o cuenta de Twitter donde contactarla, tan sólo quedaba el recuerdo, un lejano aroma impregnado en la almohada y lo que en unas semanas se convertiría en papiloma.
Quedaba una cosa por hacer, cerrar los ojos y soñar para que al menos en sueños nunca tuviera que despedirse de ella.

Una de esas noches que todos pasamos, llenas de adrenalina y sueños. Tocar la guitarra y descubrir que aún tienes cosas que contar, grabas dos ideas de canciones en tu teléfono y aún sigue el insomnio ahí, aún más potente pues sientes que la música a provocado un efecto en ti, has liberado endorfinas que te hacen sentir bien y no quieres que esa sensación termine. Apagas la luz esperando que eso pueda llamar al sueño, pero ahora en la oscuridad sólo un pensamiento llega a tu cabeza. El sueño de que tú y ella puedan estar juntos esa o cualquier otra noche. Piensas en su rostro, en sus labios, en su mirada, en su sonrisa. Te derrite la idea de volver a besar sus labios, de tenerla a tu lado y escuchar su disco favorito en el reproductor de su papá. Entonces Charles Bradley viene a tu mente, piensas en mirar entre tus acetatos y poner esa canción, Victim of Love, para intentar hacerla entender de que tu no quieres sólo una noche con ella, que tu quieres pasar todas tus noches a su lado, besar su cuello, abrazar su cuerpo y oler su cabello acostados los dos en la cama. Los minutos se vuelven horas y el sueño sigue sin hacerse presente, parece que lo que más deseas se te escapa por las decisiones que has tomado.
Ya es viernes y aún falta pararse para ir a trabajar, esa idea es la que te preocupa ya que sabes muy bien que no funcionas de la manera más óptima cuando estas con sueño. Ya no son esos tiempos en los que podías vivir dormido, las responsabilidades de la vida te llaman y debes cumplirlas para poder ser alguien en la vida. Ser quien tu quieres ser y sabes muy bien que el trabajo en el que estas es uno de los medios para salir adelante. Todo te lleva a pensar en el futuro, en qué pasará mañana y qué harás al respecto para poder mejorarlo. Pocos son los que no quieren ser nada; y cuando lo piensas un poco eso somos, nada. Sólo somos una pieza de materia que se encuentra flotando en la nada buscado crear una memoria que aporte pedazos de la historia en los libros que algún día desaparecerán.
Te dan ganas de ir al baño, como vives en una sociedad que no puede dejar de estar comunicada tomas tu teléfono y te pones a leer el feed de Twitter o Facebook, si te gusta leer abres el zite. Terminas de orinar y te vuelves a la cama, ahí estas tapado y evitas estornudar por el frío. Te das cuenta al abrir alguna de las redes sociales que en realidad no estas comunicado, que sólo eres un observador de todo lo que está sucediendo en tu mundo, en tu círculo de amigos y que tu mayor interacción es un “me gusta”, algún comentario random o un retweet. Te das cuenta de lo vacío que eso te ha vuelto, que prefieres estar en casa, lejos de todo lo que te puede lastimar, pero más cerca de esa frustración al ver lo que hacen los demás y que tú por miedo no te atreves. Vuelves a pensar en ella, ya ni siquiera se trata de que la invites a salir, ella ya hizo el trabajo difícil, a ti solo te toca ponerle fecha y ni eso te atreves a hacer. El trabajo es el pretexto perfecto, prefieres compartir tu tiempo con tu jefe aprovechando su buen humor y mejor juicio para criticar tu trabajo y aprender de tus errores para ser mejor. Aprovechar el momento para contarle de ella y ver como se emociona porque ve que uno de sus muchachos está pudiendo llevar una vida normal a pesar de la carga de trabajo que implica un empleo como el tuyo.
Te imaginas qué estarás haciendo dentro de 24 horas y sabes muy bien que no estarás con ella, que esperarás al domingo o lunes para confirmar fecha para tu salida. No quieres que llegue el momento de invitarla porque ya lo han hecho alguna vez y se han besado, pero temes que está vez no suceda o peor aún, que suceda y no pase nada. No quieres perderla, no quieres perder esa posibilidad de que los dos se vuelvan uno sólo. Sabes que eso puede ser casi imposible porque a ella le gusta estar sola, salir con muchos pero no estar con ninguno. No quieres regresar a ese mundo, a ese ciclo que tanto te duele. Ella te vuelve a buscar y no sabes porque. El reencuentro pareció genial porque aparentemente los dos han madurado, pero cuando ves la posibilidad tan cercana regresa el miedo y toda la seguridad que proyectabas queda en segundo plano. Al menos ahora te tomas las cosas con más calma y no pierdes el estilo cuando cometes un error, haz aprendido a ocultarlo y hacerlo pasar por algo casual pero en el fondo sigues siendo el mismo chico torpe obsesionado con su lugar dentro del universo.
Parece que liberar un poco los demonios esa noche te a ayudado para recuperar el sueño. Sigue siendo ella tu último pensamiento… debes tomar pronto la decisión de invitarla a salir, ya pasó una semana desde que ella tomó la iniciativa.

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Hay días que despiertas deseando vivir en otra época. Buscas en diferentes lugares, exploras, siempre pensando “por aquí puede estar”.

Juan Wauters es una de esas joyas ocultas en un mar de música independiente; nacido en Uruguay, adoptado por el estado de Nueva York (específicamente Queens), Juan nos recuerda a un Syd Barrett en su momento folk-psicodélico más fructífero o más recientemente a un Daniel Johnston regalándonos composiciones aparentemente inocentes acompañadas de ilustraciones cuasi paranoides realizadas por Matthew Volz, artista y amigo cercano de Wauters.

N.A.P./North American Poetry no es un disco para cualquiera, requiere de un gusto particular por voces elegantemente desafinadas, arpeggeos de guitarra simples y mucha reverberación. En ocasiones introspectivo, en ocasiones extremadamente visceral, este disco se va como el agua, durando menos de 30 minutos en su versión LP.

Comenzamos con Let me Hip you to Something tocada con un arpeggio dulcemente torpe donde el propio Wauters nos explica las reglas del juego para escuchar su primer disco “If you want I can teach you something, I’m not gonna shoot you down, but when you breath you mess with my air”. Le sigue la excelente Sanity or Not la cual retoma el sonido surf de los Beach Boys dejándonos en claro en este track su persona diciéndonos “…don’t know confusion in my head and in my soul”. Lost Soup es una canción que podría o no estar en el disco. Se agradece el detalle de incluir temas en español, el primero de ellos Escucho Mucho, una explicación más de su persona, de su lado introvertido y de su distanciamiento hacia el status quo de la ciudad “hay gente afuera, son de otra era… me encantaría sacar la ira y sin una mira alguien matar, pero no puedo no tengo dedo para apretar gatillo y matar” En Woke up Feeling like Sleeping escuchamos a un Wauters divertido hablándonos al final de la canción en español –che, eso de grabar esta buenísimo ¿no? Es como ir y expresás justo lo que querés-. Llegamos a Water, el primer sencillo de este disco y qué buen sencillo, con un coro interesante y un arpeggio Juan nos dice “and the water will come down and wash you down, and let you see what you would be if you didn’t know what’s right or wrong or what is fun”. Después de un poco de verdad poética por parte de Wauters viene el tema de Goo, otra de esas canciones divertidas donde comienza diciéndonos de la manera más simple “I am playing the guitar just because I’m good at it”. All Tall Mall Will Fall podría no haber sido incluida. Pasamos a Continue to be You, un track que nos regala un poco más de sus reflexiones, “Whose you if there’s only a few things in you that are you throughout someone you knew and then it grew”, te hace pensar en quién eres y porqué eres. Para rematar nos golpea con Breathing cantada principalmente por Carmelle Safdie de Beachniks diciéndonos “their faces they are all glowing but they’re not like mine, the glow you see reflectet it’s not from inside it’s just the one that comes out from the screen, it sucks to know your brain is not inside your skin” haciendo una observación sobre la relación que llevamos con la tecnología. How Do They All Do? es otro tema cantado en compañía de Carmelle el cual suena a Daniel Johnston. Para terminar el LP volvemos a escucharlo cantar en español, Ay Ay Ay es una linda tonada sobre el tren “Dando vueltas sin pensar, mirando la vía pasar subido en el techo, el techo del tren siento libertad y siento poder, nada nos detiene, ninguna ciudad, demasiado peso, bestia de metal

La versión en LP viene con una descarga digital la cual incluye la canción Nena que suena al weird folk de los 70 o a un Devendra Banhart hablándonos de amor y sensualidad “siento que si espero el tiempo es lento, quiero cerca oler tu aliento me subo al viento y llego hoy… una vuelta en mi auto a dar, después estacionar donde esta oscuro para portarnos mal”.

Las imperdibles:

Sanity or Not, Water, Continue to be you, How Do They All Do?, Ay Ay Ay y Nena

Ficha Técnica:

Juan Wauters – N.A.P. North American Poetry

Disquera: Captured Tracks / CT-190

Formato: Vinyl (LP) y digital

País: US

Lanzamiento: 4 de febrero de 2014

Llevaba mucho tiempo fuera de casa, tanto que ya no sabía en qué día vivía. La vida en la ciudad de México era más fácil de lo que cualquiera hubiera pensado. Salía de mi cuarto tan pronto la resaca me lo permitía; y es que vivir al día nunca a sido difícil para mi, mezclaba un poco las actividades. Podías pedir dinero en la calle, con lo que juntabas jugar conquian o rayuela y compartir las ganancias con los borrachos de la vecindad. Con Tonayan y un poco de Squirt podías olvidarte de todos los problemas de la vida cotidiana. Lo complicado era cuando venía el fin de mes y debías la renta por más de cuatro. Había que encontrar una manera rápida de hacer dinero, como decía Bukowski, dale a un hombre cuatro paredes y podrá conquistar el mundo.

En mi juventud estudié los primeros semestres de la carrera de Filosofía en la Universidad de México, leer a los grandes autores cambiaron mi visión pueblerina por completo. Ahí había encontrado mi más grande habilidad: contar historias.

A los turistas que visitan el Zócalo y Bellas Artes parecían encantarles. Mi compañero de rutina se llamaba Esteban, un tipo que decía ser chileno y que vivía con una señora en la Guerrero, la había conocido en el salón México. Cuando recién llegó al país quería dedicarse a ser gigoló, pero con esta señora se sacó el premio mayor. Le dio casa, comida y una cama con cuerpo caliente para no pasar frío. Nuestra rutina consistía en una especie de performance y teatro callejero donde Esteban la hacía de Mao Tse Tung con un kimono, maquillaje blanco y los ojos delineados, parecía mas una geisha, pero el público parecía disfrutarlo y yo hacía diversos papeles representando diferentes clases sociales del pueblo y me caracterizaba poniéndome sombreros, abrigos viejos que había conseguido en un mercado de pulga en la Roma y cuando la hacía de proletariado sólo con unos calzoncillos que parecían más un pañal para adulto. Eramos todo un éxito, en un día bien trabajado podíamos juntar hasta setecientos pesos cada quién, lo suficiente para ponernos una excelente borrachera en El Río de la Plata, un híbrido entre salón y cantina donde la demografía era diversa, jóvenes universitarios, viejos agrios, ficheras y en el centro del lugar una pequeña tarima donde se presentaban grupos de tropical. El ambiente se antojaba tóxico, pero en la ciudad era una bocanada de aire fresco.

Una vez reunidos los mil setecientos cincuenta pesos podía regresar a la rutina, beber, pepenar, huevonear y disfrutar de la vida; de mi vida. Platicando con la señora Salinas, la dueña de los cuartos, me daba cuenta de lo extravagante que era la gente en la ciudad de México.

Un día me dijo, Oye Jorge, ¿por qué no te buscas un trabajo?

-Porque no hace falta tener un trabajo doña Salinas, le contesté, y menos en este lugar con tantas oportunidades.

-Como te gusta decir pendejadas Jorge, si siempre andas borracho y limosneando por todos lados, tú pareces ser alguien inteligente, podrías hacer algo de provecho.

-¿Como qué señora? No tengo título, apenas si terminé la preparatoria y para ganar un sueldo mediocre, preocupado por deudas, familia, comprar un coche, pagar gasolina, impuestos y mantener con mi salario a una bola de huevones que son unos buenos para nada… prefiero vivir así, sin nada que me ate ni nadie que me pida cuentas.

-Pues mi hijo ni la prepa tiene y ahorita mueve a un grupo de vendedores ambulantes en la linea azul, le va re-bien, ya sus nenas están en el quinto y sexto de primaria y se acaban de ir de semana santa a Acapulco.

-Señora, su hijo está pelón, gordo y siempre está encabronado.

-Por lo menos deberías tener una novia, no todas esas putas que te sacas de Sullivan y de la zona Rosa y no creas que no me doy cuenta.

-Sólo son amigas de la borrachera doña, nada más, van tras el alcohol y yo tras ellas.

-Si mi marido te hubiera conocido ya te hubiera puesto a chambear.

Las luces de la colonia Obrera siempre me parecieron tener un espíritu libre, los juegos viejos del parque, los hoyos que alguna vez fueron coladeras, las piedras y troncos en el asfalto, la gente de la noche. Cada que caminaba por ahí reafirmaba mi deseo por permanecer en aquella cosmópolis llena de depravados y gente salvaje, jamás pensé en volver a mi pueblo de Veracruz.  Un pensamiento siempre abordaba mi mente; la vida es demasiado corta para vivirla como los demás quieren.

AFFICHE-LA-GRANDE-BELLEZZA

Abres una puerta sin saber que vas a encontrar del otro lado, cuando menos lo esperas llegas a una fiesta y te encuentras en Roma rodeado de personajes que de primera instancia parecen de lo más excéntricos; artistas, escritores, editores, mujeres, drogas, locura y mucha, pero mucha belleza.

El anfitrión y cumpleañero es tu amigo de muchos años, escritor de una sola novela y crítico muy reconocido dentro del ámbito, Jep Gambella. Sabes que esa noche será distinta a todas las demás pues sólo se cumplen 65 años una vez en la vida.

Paolo Sorrentino nos tiene acostumbrados a películas de profundidad, con títulos como This Must Be the Place o Il Divo. En esta ocasión nos abruma con La Grande Bellezza un largo con un ritmo alucinante. Donde las secuencias largas y descriptivas van en contra-punto con acciones salvajes plagadas de color y movimiento. La belleza con la que Roma es descrita en momentos hace recordar al mejor Fellini en La Dolce Vitta. Al verla sólo puedes pensar en Jep y su búsqueda constante de la felicidad dentro de un círculo plagado de socialités hedonistas.

Al revisar un poco los créditos notamos un nombre familiar para los fanáticos de Sorrentino y es que Luca Bigazzi regresa una vez más a fotografiar este filme, regalándonos postales de la ciudad plagadas de texturas y colores tan vivos que uno no puede si no imaginarse ahí, al lado de toda esa familiaridad de excesos y placeres.

Roma se representa a la perfección entre las situaciones que uno esperaría del cine italiano, clérigos más preocupados por una buena receta que por la fe, una suerte de Madre Teresa de Calcuta que nos regala uno de los momentos más mágicos dentro de la película, una bailarina exótica de más de 30 años, hija del mejor amigo de Jep que sirve como contraparte a su mundo de vida nocturna, una pequeña niña artista que obtiene su talento del odio que siente por sus padres y una editora enana que funge como uno de los mejores amigos de Jep.

Entre recuerdos y viñetas vamos armando quién es Jep Gambella y cuáles son las cosas que realmente le importan. Un encuentro con el esposo de una antigua novia nos revela mucho del carácter de Jep jugando una vez más con el sueño y la realidad. Nos preparamos para cerrar una puerta y salir de una fiesta de la que ya nos sentimos parte importante. Paseamos  por un canal y recorremos Roma para darle un último adiós.

La colección de imágenes que Sorrentino crea para nosotros termina siendo una experiencia increíble que invita al espectador a preguntarse aspectos importantes de la vida, sobre todo, si uno es feliz o si alguna vez lo ha sido. Uno sale confundido de la sala, con esa sensación de bienestar y realización que pocas películas pueden regalarte, sólo puedes pensar “que bueno fue poder ser parte de esto.”

 

Ficha Técnica:

Título original:La grande bellezza

Año:2013

Duración:142 min.

País: Italia

Director: Paolo Sorrentino

Guión: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello

Música: Lele Marchitelli

Fotografía: Luca Bigazzi